Las nuevas formas de organización empresarial tienen que ser más planas y abiertas, con amplios poderes de decisión en las unidades locales que también tienen capacidad para ser inteligentes y sobre todo para innovar y así volver eficiente a la empresa, es decir aumentar su productividad. Las personas en general, hoy en día, están más capacitadas para colaborar que para recibir órdenes.
Si queremos construir políticamente Europa, necesariamente tenemos que empezar a analizar como vamos a articular lo local, lo regional y lo supranacional.
Si la U.E. no deja de construir Europa atendiendo solo a la macroeconomía y de espaldas a los ciudadanos, el divorcio entre el sistema europeo, con sus poderes incluidos, y la sociedad cada vez será más patente.
Si queremos construir políticamente Europa necesariamente hay que hablar de una constitución europea.
Hay que dar paso a estrategias de integración en la diversidad, de respeto a la pluralidad de los pueblos europeos, porque ello es perfectamente compatible con el proceso de globalización.
La integración política de las actuales nacionalidades en una entidad supranacional (la Unión Europea en nuestro caso), va a ser un proceso lento y extraordinariamente difícil. Muchas nacionalidades pequeñas tendrán que consolidarse, replantear sus órganos representativos, que deberán ser más democráticos, más respetuosos con la democracia directa y con el poder local, el único que puede concretar el ideal de democracia directa, de participación libre de todos los ciudadanos.
La Universalización sea la articulación entre lo global y lo local (algo no opuesto sino complementario).
Una autodeterminación de los pueblos con fines de integración, no exclusión y universalización.
Como bien sentencio el escritor portugués Miguel Torga, "al final lo universal no es mas que lo local sin fronteras".
Y en mi opinión, el reto del modelo estado–nación es la eficaz representación directa de los pueblos-nación y la eficiente gestión publica de los fondos propios y supranacionales.